domingo, 9 de junio de 2013

No dejemos olvidada su Inteligencia Emocional ...

Mientras leo mis módulos del curso de Inteligencia Emocional para docentes, me encontré con un caso práctico que quiero compartir con todos vosotros:

Mi idea no es hacer un juico de valor sobre la actuación de cada familia con sus hijos, sino una reflexión individual , quiero que entiendan que si nuestros hijos muestran una faceta de error nuestra, de los padres , no hay que esconderse , ni disimularlo con excusas. HAY QUE AYUDAR A ESOS NIÑOS QUE ESTÁN TAN PERDIDOS, NO PODEMOS IGNORARLES. Un caso como el que expondré no es muy lejano a la realidad. Una niña así necesita ayuda de un profesional, al igual que la familia.  Una distorción en el vínculo   si se toma a tiempo , SIEMPRE SE PUEDE REEDUCAR.  Les estaremos dando herramientas para que los amigos o sociedad en gral, les vuelva a tomar en serio y así ayudar a enriquecer su autoconcepto , y elevar al máximo su autoestima . Esos ingredientes que necesita todo ser humano para resistir con coherencia las dificultades diarias,  y se pueden reconquistar. No quitéis la oportunidad a vuestros hijos de lograrlo, no os  tenéis que avergonzar  por necesitar colaboración de un profesional, todo lo contrario , os debéis sentir orgullosos porque estáis haciendo algo más que bueno por vuestros hijos....

¿ A que de seguro que no le dejáis enfermar más de la cuenta cuando padece algún dolor físico? entonces, ¿Por qué dejarle enfermar aún más en su estado emocional ? Y ojo que si un niño enferma seguido físicamente , y no hay parámetro en cuestiones sanitarias que denoten algún problema de salud crónico , poneros a pensar en revisar la SALUD EMOCIONAL DE LOS PEQUEÑOS ... Ellos maniefiestan todo a través de lo físico , con fiebres, dolores grales . etc... ahora les dejo para que cada uno pueda llegar a su propia reflexión con el siguiente texto:


UN CASO “X” PARA COMPARTIR UNA IDEA IMPORTANTE
María tiene ocho años, es hija única y su historial médico no refleja ninguna enfermedad de
relevancia. Vive con sus padres en un barrio residencial y asiste a un colegio privado.
Intelectualmente no presenta ninguna dificultad, es más, siempre ha sido considerada, tanto
en casa como en el colegio, como una niña inteligente y despierta; sin embargo, los
resultados académicos de los dos últimos años no se corresponden con dicha valoración
intelectual, de forma que sus padres han decidido, hace unos meses, recurrir a un profesor
particular tres tardes por semana para que le ayude a mejorar sus calificaciones
No obstante, los bajos resultados académicos no son la causa principal de preocupación de
los padres de María sino las constantes mentiras de la niña, una niña que desde pequeña se
había caracterizado por su temperamento rebelde y la escasa obediencia a los mayores.
Antes eran frecuentes las rabietas, ahora las amenazas, que son de lo más variopinto. Hace
unos días, por ejemplo, le dijo a su madre que si la obligaba a ponerse determinados
pantalones se haría unos morados y diría en el colegio que se los había hecho su mamá al
darle una tremenda paliza.
Su madre, a veces, se siente culpable por el comportamiento de María, debido a que el
trabajo que realiza como abogada de una multinacional le deja poco tiempo para dedicarle a
su hija. Este sentimiento de culpabilidad le ha llevado, en muchas ocasiones, a no
comentarle al padre las fechorías de la niña. Su padre hasta hace poco pensaba que María
era simplemente una niña algo traviesa y con mucha imaginación. Sin embargo, el pasado
verano ocurrió un evento que le hizo considerar de forma grave el comportamiento de su
hija. María dijo a sus amigas que el jardinero del residencial donde viven le dada besos en la
boca y le enseñaba su “pito” a la vez que la amenazaba diciéndole que si se lo contaba a sus
padres la raptaría. Una de sus amiguitas comentó los relatos de María en su casa y la madre,
alarmada, avisó de lo ocurrido inmediatamente a los padres de María. La niña se reafirmó
en su historia ante los padres de toda la comunidad de vecinos, quienes emprendieron los
trámites legales pertinentes contra el jardinero. A la vez sus padres acudieron a una
psicóloga para que tratase a María de un trauma que consideraban certero. Después de
algunas sesiones de terapia María confeso, con un lenguaje un tanto petulante, que se lo
había inventado todo para mortificar a “ese estúpido” que le había reñido por pasear en bici
por el césped; mis amigas, añadió, quedaron impresionadas. Ante el desconcierto, sus
padres no sabían si someterla a un duro castigo u ofrecerle más comprensión. Finalmente,
decidieron agradecerle que hubiese dicho la verdad y recurrieron a ayuda psicológica.
No obstante, la niña no parecía particularmente afectada por los hechos prometiendo
portarse muy bien en adelante, sin necesidad de ayuda alguna.
Meses más tarde los problemas de María se hicieron manifiestos en la escuela a partir de
que se descubriera la aparición de varios objetos, pertenecientes a otros alumnos, en el
casillero de gimnasia de la niña.
La tutora del curso se puso inmediatamente en contacto con sus padres ofreciendo para
María la ayuda de la psicóloga del centro escolar, con la finalidad de mejorar su
comportamiento e incrementar su responsabilidad respecto a los comportamientos
socialmente inapropiados.
Los padres no sólo rechazaron la oferta, sino que trasladaron inmediatamente a María a
otro centro escolar para evitar su “mala fama” (que podría haber adquirido debido a estos
“pequeños hurtos”).
A partir de este caso podemos comprobar cómo, en muchas ocasiones, no es que los
alumnos eviten la responsabilidad, sino que son sus propios padres los que le facilitan este
camino de evitación y fomentando la irresponsabilidad en los hijos y su incapacidad para
ponerse en el lugar de otras personas.



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